Por si alguien de mi entorno más o menos cercano aún no se ha enterado, efectivamente, hemos estado en Roma de vacaciones.
Aprovechando las "Meivakantie" de Jaime nos hemos ido a visitar a "La Grande Bellezza". Me refiero a Andrea, claro, estupenda amiga, infatigable profesora de la guardería de Jaime de nuestra época valenciana y que vive, desde hace unos meses, en los alrededores de Roma, o lo que es lo mismo, a dos horas en servicio público desde el centro un domingo por la tarde (basado en un hecho real) .
Y, de paso, hemos hecho algo de turismo, sólo un poco.
Como buenos turistas de clase media lo primero que hicimos, una vez confirmado el viaje, fue adquirir dos guías de Roma, una de ellas dedicada a los niños. Dos gastos innecesarios.
Lo segundo, buscar un buen B&B, baratito y céntrico. Finalmente reservamos en un hotel de dos estrellas, "Okapi Rooms". Precio razonable, localización perfecta (a 100 pasos mal contados de la Piazza del Popolo), habitación bonita, limpia y cómoda, personal agradable y buen servicio. Lo único mejorable (aparte de la wifi) fue el desayuno pero, como éste es opcional y no lo sirven ellos sino un bar cercano, se les puede perdonar.
Con la (nada recomendable) guía en mano, guardando cómoda cola para subir al avión (ahora que Ryanair parece haber reconvertido su negocio de transporte de ganado bovino en uno de transporte de personas humanas) y con cara de pseudocultureta, Sergio preparado para el turismo. Jaime, a lo suyo. Eindhoven, 2 de mayo de 2014.
Así que llegamos a Roma, y a una hora estupenda para no dar el viernes por perdido. No lo pensamos demasiado y nos fuimos a dar nuestro primer paseo juntos por Roma.
Lo primero, la vecina Piazza del Popolo, rebosante de gente y de vendedores/acosadores ambulantes. Y las magníficas iglesias gemelas que son vértice del famoso tridente urbanístico que forman la Vía del Babuino, la Via del Corso y la Via di Ripetta. Roma, 2 de mayo de 2014.
Desde la Piazza del Popolo iniciamos unos de los itinerarios sugeridos por la guía. Un poco cansados de ver portadas de Iglesias cerradas y cuando en un cruce de la Via del Corso descubrimos, de lejos, la Piazza di Spagna, decidimos cambiar el rumbo. Roma, 2 de mayo de 2014.
Como era de esperar, las escalinatas estaban a reventar y el ambiente era estupendo. Pero para no romper con la tradición, más bien maldición, que me acompaña en mis visitas a Roma (hasta el momento sólo dos, no crean), la famosa "Fontana della Barcaccia" de los Bernini (padre e hijo) estaba cubierta por restauración. Roma, 2 de mayo de 2014.
El ímpetu de Jaime nos obligó a subir hasta lo más alto de la plaza y, desde allí, las vistas eran envidiables. Roma, 2 de mayo de 2014.
Y tras la Piazza di Spagna, tocaba la visita a uno de los monumentos más visitados de la ciudad. Y de cerrar una herida (siento ser tan trágica, pero es que el trauma fue tremendo). Hace 24 años, en abril de 1990 (hase ná y meno), visité Roma por primera vez con mis compañeros del Instituto Santo Domingo. El viaje fue inolvidable, espectacular, etc. etc. Pero la Fontana di Trevi y, atención, ¡La Capilla Sixtina! (para ser justo, sólo El Juicio Final), estaban cubiertos por restauración. Que no los pude ver, vaya. Y ese trauma había que superarlo.
Y, bueno, pues sí, se superó. Tremenda, ¿verdad? "No hase falta desir nada más..." (perdón por el chiste que sólo entenderé yo y pocos más de los que lean este blog pero era lo que me pegaba...). Roma, 2 de mayo de 2014.
El último día, ya en el aeropuerto, le preguntamos a Jaime que qué era lo que más le había gustado de la visita. Luego ha dicho que La Capilla Sixtina, pero entonces, en caliente, no lo dudó, La Fontana, a la que, por supuesto, arrojó su moneda para así poder volver algún día. Roma, 2 de mayo de 2014.
Pero lo que son las cosas. Aquella vez, con la decepción y la mala leche que me entró de verla sin poderla ver, no lancé ninguna moneda. Y, sin embargo, ahí estaba yo, otra vez, toda feliz. Roma, 2 de mayo de 2014.
Esta última foto fue todo un logro. Parece que no hay nadie a nuestro alrededor y que posamos tranquilamente. Lo cierto es que cuando llegamos a la plaza la fuente estaba tomada, literalmente, por cientos de turistas que, gracias a Neptuno, huyeron despavoridos cuando comenzó a llover. Fue entonces cuando aprovechamos y tomamos posiciones más decentes. Luego llovió un poco más y decidimos huir nosotros también en busca de cobijo y de algún sitio en el que cenar. Como buenos guiris desorientados, nos adentramos en un infame restaurante donde nos sirvieron tarde y mal, donde la comida no estuvo a la altura de las ganas de comer comida italiana en Italia que teníamos y donde nos estafaron con el precio. Cosas que pasan.
Pero en realidad tampoco nos importó demasiado. Comimos, descansamos un poco y, al salir, aún bajo la lluvia, pero esta vez iluminada, ahí seguía la Fontana y nuestras ganas de fotografiarla. Roma, 2 de mayo de 2014.
Nos volvimos después al hotel, paseando por la Via del Corso y guardando fuerzas para el sábado, que nos esperaban el Coliseo, el Palatino y el Foro, ahí es nada. (Por cierto, entrada número ¡¡¡400!!!)
[400]