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  • Foto del escritorPadiesha

Bécquer me ronda


1. (XLVIII)


Como se arranca el hierro de una herida

su amor de las entrañas me arranqué,

¡aunque sentí al hacerlo que la vida

me arrancaba con él!

Del altar que le alcé en el alma mía

la voluntad su imagen arrojó,

y la luz de la fe que en ella ardía

ante el ara desierta se apagó.

Aun turbando en la noche el firme empeño

vive en la idea la visión tenaz...

¡Cuándo podré dormir con ese sueño

en que acaba el soñar!!

34. (XLIII)

Dejé la luz a un lado y en el borde

de la revuelta cama me senté,

mudo, sombrío, la pupila inmóvil

clavada en la pared.

¿Qué tiempo estuve así? No sé: al dejarme

la embriaguez horrible de dolor,

expiraba la luz y en mis balcones

reía el sol.

Ni sé tampoco en tan terribles horas

en qué pensaba o qué pasó por mí;

sólo recuerdo que lloré y maldije

y que en aquella noche envejecí.

47. (LXV)

Llegó la noche y no encontré un asilo

¡y tuve sed!... mis lágrimas bebí;

¡y tuve hambre! ¡Los hinchados ojos

cerré para morir!

¿Estaba en un desierto? Aunque a mi oído

de las turbas llegaba el ronco hervir,

yo era huérfano y pobre... El mundo estaba

¡desierto... para mí!

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