La secuencia ha sido la siguiente:
Cuando llegamos a la casa, en diciembre del año pasado, el jardín era una selva sin mucha vida. Normal para esa época del año. Como no íbamos a arreglarlo en breve, decidí darles una primavera y un verano de margen a ver qué era lo que había plantado que mereciera la pena y qué no.
La planta, a finales de la primavera. Eindhoven, 2 de junio de 2012.
Aparte del árbol (que aún no sabemos que es…), la planta con más presencia estaba junto a la valla de la izquierda. Enterrada en su base había (oh, qué bien) un cartel de estos que vienen en la maceta cuando compras la planta. “Kangaroo Paw”, resultó que era. Busqué en internet y encontré fotos como esta:
Las flores de una Kangaroo Paw según la web flowersgallery.net.
Pasó la primavera, llegó el verano y las ramas y hojas de la planta crecían y crecían y crecían, a un ritmo escandaloso y, a veces, hasta daban un poco de miedo (o si no que se lo pregunten a la banderita de España que nos trajimos de León en mitad de la Eurocopa de fútbol y que, en cuestión de días, fue enredada sin miramientos).
La bandera, atosigada por la planta. Eindhoven, 2 de julio de 2012.
Finalmente, hace unos días, decidimos que ya estaba bien de tanto acaparar el jardín sin dar ni una sola flor ni fruto que mereciera el avasallamiento de una planta que cubría medio jardín, entrada al mismo incluida. Nos liamos con ella y en una media hora estaba lista para sentencia.
Eindhoven, 9 de septiembre de 2012.
Eindhoven, 9 de septiembre de 2012.
Efectivamente. Ni Kangaroo Paw, ni nada de nada de nada. Era una "Actinidia deliciosa", la planta que da los kiwis!!! Eindhoven, 9 de septiembre de 2012.
Conclusiones: Uno, que tenemos un huerto, no un jardín (a los kiwis hay que añadir las moras y las extrañas "fresas"); y dos, que no tengo ni idea de plantas por mucho que me empeñe. Ah, sí, y que menos mal que no me gustan los Kiwis!!!!!
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