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"El agente confidencial", Graham Greene, 1939

“Pero quizá L. se dedicaba a leer melodramas, después de todo representaba a la aristocracia –las marquesas, los generales y los obispos- que vivían en un mundo curioso y lleno de formalismos de su propia invención, recompensándose mutuamente con medallas: como peces en una pecera, siempre mirando a través del cristal y confinados en su elemento particular por sus necesidades fisiológicas. Sus ideas sobre el otro mundo –el de los profesionales y los trabajadores manuales- procederían en parte de los melodramas. Es un error subestimar la ignorancia de la clase dominante. María Antonieta dijo una vez de los pobres: ‘¿Es que no pueden comer bizcocho?’”.


“En una vida feliz, la desilusión final acerca de la naturaleza humana coincide con la muerte. Hoy se pasan toda la vida desilusionados…”.


“Si nosotros viviéramos en un mundo que garantizara los finales felices, ¿cuánto tiempo tardaríamos en descubrirlo?”.


“Nadie sabe por cuánto tiempo es una despedida, si no prestaríamos más atención a las sonrisas y a las palabras convencionales.”


“Tuvo una repulsiva visión de un mundo entero de poetas, músicos, eruditos, artistas –con gafas de montura de acero, ojos inyectados en sangre y aventajados cerebros de traidor- supervivientes de un mundo arcaico, enseñando a los jóvenes útiles lecciones de traición y dependencia.”


“siguió caminando tercamente calle arriba; seguiría intentándolo hasta que lo encerraran, lo ahorcaran, lo fusilaran, hasta que acallaran de alguna forma su boca, lo relevaran de toda lealtad y pudiera descansar.”


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